Anécdotas del ministerio

Era un domingo por la tarde… estábamos reunidos para adorar al Señor y Dios cuando el predicador dio la bienvenida a todos los asistentes, entre los cuales se encontraban dos chicas jóvenes a quienes pidió que se presentaran. Una de ellas se puso en pie, dio su nombre y el de la otra chica, y seguidamente añadió: —¡Las dos somos pareja!

¡Momento helado!… el aire se detuvo por un instante… (no siempre sucede esto y más aún cuando se está enseñando un estudio bíblico del libro de Romanos). Pero nuestro buen Dios siempre tiene el control de todo, y aunque el predicador se sintió tentado a cambiar el tema, para evitar una situación embarazosa, tuvo que someterse a la dirección del Espíritu Santo y seguir adelante. Así que, pidió a una de las chicas que realizara la lectura bíblica a partir del versículo 16, que correspondía justamente para ese día.

Ella aceptó gustosamente hacerlo, y en la medida que avanzaba en la lectura sus ojos se abrían más, y en su rostro comenzó a aparecer una expresión de disgusto. Sin embargo, continuó hasta el versículo 32. Al finalizar le preguntó el predicador: —¿Qué piensas de lo que acabas de leer? Inmediatamente ella con una expresión seria en su rostro y en un tono enfadado respondió: —¡es muy fuerte lo que dice aquí! Y además resulta ofensivo para mi condición. Es verdad y lo entiendo —contestó el predicador—, ¿lo habías escuchado antes? Ella respondió: –No, no lo sabía ni lo había escuchado. Tengo que decirte que estas palabras no provienen del pensamiento humano, sino que son nacidas del corazón de Dios y expresan su deseo y voluntad para todos los seres humanos —respondió el predicador. La chica asintió con su cabeza y se quedó con su pareja hasta el final de la reunión.

Al finalizar, el predicador se acercó a las dos chicas para saludarlas, compartir con ellas y saber un poco cómo se habían sentido. Ellas respondieron que era la primera vez que asistían a un culto evangélico, que habían sido invitadas por la madre de una de ellas y que pensaban que la responsabilidad de un predicador era enseñar lo que decía la Biblia. Así que, si ese día tocaba esa enseñanza, pues no había razón para cambiarla, que él debía hacerlo, inclusive si ellas no hubiesen estado ese día ahí —respondieron.

No sabemos cuánto tiempo les tome a estas chicas aceptar lo que Dios dice en la Biblia, pero esperamos que este primer contacto con la palabra de Dios las motive a continuar escuchando, y que podamos seguir siendo instrumentos útiles en las manos de Dios para bendecir a todos a quienes Dios atraiga hacia Él.

Queridos, el día a día de nuestra labor en el campo de misión nos deja preciosos momentos como este. La agenda de que Dios está al control nos da paz y aumenta nuestra fe ¡Él está vivo! Y desea acercarse a cada persona, sin importar su condición, no los desechemos, recordemos que nuestra lucha no es contra carne y sangre.

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