Aplicando la pedagogía vivencial en la educación cristiana

Hace algunos años, la experiencia relacionada con espacio vivencial en el castillo Reichenberg en Alemania, me abrió un abanico de posibilidades pedagógicas, lúdicas e intelectuales relacionadas con el aprovechamiento eficaz del aprendizaje en el 90% de lo que hacemos y experimentamos con nuestros sentidos, más el 70% aplicable a lo que expresamos con respecto a un nuevo conocimiento, nuestra propia experiencia y la percepción del entorno.

Crear espacios donde los estudiantes se sientan seguros de sí mismos, aprendan a confiar en otros y reconocer el cuidado de Dios en sus vidas ha permitido que mi quehacer pedagógico se vea enriquecido, además, crezca mi propio interés por aprender más de los pensamientos y sentimientos de aquellos con quienes comparto muchas horas del día y en mis clases como profesora de ERE (Enseñanza Religiosa Evangélica en España). No solo facilito conocimientos bíblicos sino estímulos para la reflexión, el diálogo y la tolerancia necesarios en los ámbitos religiosos y no religiosos.

La pedagogía vivencial hace que los estudiantes deseen compartir su pensamiento e incluyan sus emociones sin temor al ridículo, buscando, afianzando y dando a conocer su identidad, su reflexión sobre temas espirituales trascendentes que, al ser contrastados con principios bíblicos, se convierten en vínculos muy cercanos creando confianza y aceptación de Dios, a quien “no conocen” pero que poco a poco se hace más cercano naciendo la necesidad de comunión día a día.

¿Cómo aprende el ser humano (como creación de Dios mismo)?

Como seres humanos aprendemos a la manera en que fuimos creados: a imagen y semejanza de un Dios creativo, expresivo, reflexivo y vivencial, relacionado con su entorno, permitiéndose sentir y expresando lo sentido.

¿Cuáles métodos sirven para que lo aprendido se arraigue en la vida y llegue a transformar para el bien?

Son muchos los métodos, pero para que el aprendizaje se arraigue siempre debe estar acompañado de tiempos intencionales donde se creen ambientes de asociación, reflexión y oportunidades de expresión teniendo como base el respeto y el diálogo; además, el trabajo en equipo hace que los estudiantes experimenten el riesgo, las oportunidades y los efectos ocasionados no solo por decisiones ajenas sino por las propias. Por otro lado, crear espacios vivenciales aporta sentido práctico a los aprendizajes y permite que se interioricen de forma eficiente y eficaz. El ser y hacer parte de… implica responsabilidad, autogestión y valoración del otro. “Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor”. Efesios 4:2 NVI

En el contexto en el que he realizado mi práctica pedagógica (barrios marginales de la ciudad de Sevilla) con chicos y chicas entre los diez a diecisiete años –donde el absentismo y el abandono escolar es alto, no solo por falta de motivación sino por cultura—, me fue necesario crear espacios vivenciales donde he trabajado temas sencillos y naturales como la lectura del reloj, la preparación de galletas, el manejo del dinero, la responsabilidad como estudiantes, hijos y ciudadanos, el cuidado de la mujer y el respeto hacia el hombre que, por cierto, no implican conceptos académicos como tal, pero que hacen que sus vidas tengan nuevo sentido y rumbo. Muchas otras actividades cotidianas que les son difíciles de manejar, se incorporan a su diario sin ningún trauma, el juego y la reflexión han sido mis métodos preferidos.

¿Cuáles aspectos empezaste a incorporar a tu práctica, y cuáles fueron los resultados?

La cohesión es muy importante, si no “te sientes parte de…” entones no harás aportes con sentido. De la misma manera pasa con la confianza y el respeto, si estas no están presentes no darán la libertad para expresar lo que se piensa y siente. No es fácil, lo reconozco, sobre todo con algunos tipos de población, pero persistiendo, modelando y llevando a sanos tiempos de reflexión se consigue.

Los resultados son medibles en el tiempo, así que los veo paulatinamente y consigo que quien está experimentando el cambio también los reconozca y los aprecie en su vida.

¿Qué ves en los alumnos?

Veo cambios en la manera de percibirse a sí mismos, van adquiriendo una nueva cosmovisión de su mundo, el deseo de buscar mejor bienestar y sobre todo sonrisas cuando expresan sus emociones y sentimientos, la respuesta al comprender conceptos académicos, al desear ser mejores para sí y para los demás, el ser conscientes de su espiritualidad y construir ese nuevo vínculo con Dios el único interesado en ellos sin exigencias ni intereses.

Esas sonrisas siempre quedarán en mi retina. Es bienestar, es alegría.

¿Cómo aprenden mejor?

Aprenden mejor cuando el conocimiento viene acompañado de cercanía por parte de quien lo imparte; por la relación que el nuevo concepto tiene con su entorno, sus vivencias pasadas y saberes adquiridos fuera del contexto de la escuela; aprenden por la exposición de sus preguntas y la resolución de sus inquietudes. Es interesante observar las reacciones cuando el aprendizaje está acompañado de hostilidad y cuando está acompañado de gracia y amor.

También aprenden por contacto, por expresión. Aprenden porque quien les modela dedica de su tiempo para resolver preguntas, indagar en sus propios quehaceres; aprenden cuando el corazón de Dios se deja ver a través de quien facilita el aprendizaje. Aprenden porque saben que lo necesitan.

¡El amor experimentado es la clave!

¿Será que las maneras participativas, integrales, etc. ayudan también para que las enseñanzas religiosas o de fe lleguen mejor?

Sí y sí, necesitamos los espacios vivenciales llenos de actividades participativas que nos lleven a traspasar la experiencia personal y grupal permitiendo ver más allá de nuestro mundo, de nuestras emociones y circunstancias, y nos dejen intuir otra realidad: la esfera de la fe, de los que no nos es fácil hablar pero que a través de preguntas centradas en Dios, y en lo que no podemos controlar, despierten la necesidad de conocer, de encontrar respuestas verdaderas y afines con la Biblia, para que les sea necesario pensar, reflexionar y actuar alimentando su vida espiritual y no solo la física y emocional.

Los espacios creados para compartir la fe dentro de las aulas escolares garantizan de alguna manera el crecimiento espiritual, aunque muchos asisten a congregaciones evangélicas, en la práctica como profesora he observado que el entendimiento de los relatos bíblicos son grandes hazañas heroicas con poca identificación de Dios actuando en los seres humanos. Esto me hace anhelar los espacios vivenciales para facilitarles tiempos de reflexión sobre valores aprendidos, a compartir de sus experiencias espirituales al leer la Biblia, a comunicar sus experiencias para que todos seamos enseñados, a manifestar en un ambiente seguro las preguntas, dudas y juntos entender que el mismo Dios que actuó en los héroes bíblicos está presto a actuar en ellos hoy y ahora. Que Dios es tan cercano, y que está tan interesado en sus pensamientos, actividades y necesidades; promoviendo de esta manera una nueva dirección al leer las historias y acercarles a Dios, leer con ojos personales y vivenciales.

Dejarles experimentar la fe que mueve montañas es un reto cada día en esta sociedad con muchos nombres, variadas voces, innumerables “valores” que no traen bienestar a las nuevas generaciones y de las cuales, en un pequeño porcentaje somos responsables como hijos de Dios.


De: María Viamney Fierro Palacios
Publicado en «Impulsos Evangélicos»

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