Asesino Silencioso

¡No! no estoy hablando de la hipertensión arterial que sorprende a mucha gente que goza, aparentemente, de buena salud pero no se dan cuenta de que imperceptiblemente dentro de su cuerpo se ha estado desarrollando una fuerza que golpea sin piedad las paredes de sus arterias a medida que el corazón bombea sangre a su cuerpo.

Me refiero al asesino silencioso de la religiosidad que, cual viento impetuoso, ha golpeado fuertemente la puerta de la Iglesia de nuestros tiempos encontrándonos sin el fundamento sólido suficiente para soportar.

Tal como el corazón envía con fuerza la sangre al cuerpo, de la misma manera Dios ha enviado su fuerza salvadora a todos aquellos que ganó con su sangre. Pero hay enseñanzas dañinas que detienen este proceso impidiendo el libre actuar de la gracia sobre las vidas.

La religiosidad ha invadido una gran parte de nuestra sociedad evangélica entorpeciendo así, de manera dramática, el proceso de evangelización y la receptividad del evangelio puro; y lo ha hecho de la forma más sutil, creciendo desaforadamente sin que sea muy notorio.

Igualmente, hemos regresado de nuevo a la edad media donde la Iglesia pierde su identidad. Gastos, lujos, materialismo, manipulación y muchas ocupaciones están tirando abajo el objetivo fundamental de ella. En vez de ser influyentes con nuestra forma de vivir en un mundo tan vacío, nos estamos dejando permear por las vanas costumbres y antiguas prácticas de la iglesia tradicional, y así lo estamos enseñando.

Pero vayamos un poco más lejos, hemos tomado prestadas las largas túnicas y filacterias de los líderes religiosos de la época que, a pesar de que estaban muy cerca de Jesús, nunca lo conocieron. Detrás de sus blancas y espléndidas vestiduras se hallaban oscuros sepulcros sin nada que entregar a una multitud hambrienta.

Por este tiempo, estamos recordando y preparando grandes eventos en todo lo concerniente a La Reforma protestante (1517 – 2017), y es muy oportuno. Pero el cuestionamiento de hoy es: ¿dónde están los promulgadores de semejante revolución histórica? ¿Nos quedaremos perplejos celebrando y contemplando los hechos históricos prominentes y no nos ocuparemos afanosamente de que millares de corazones sean verdaderamente reformados?

Luchemos por la búsqueda incesante de la verdad que tiene la gente que cada día se amotina pensando en cosas vanas, como buscar la forma más rápida de suicidio o el método más fácil para abortar.

La burguesía del siglo XVI estaba cada vez más inconforme porque los clérigos católicos se dedicaban a condenar su trabajo, los beneficios y lucros de un sistema capitalista emergente y tenían su mirada desviada del verdadero propósito. La cabeza del catolicismo tenía su visión en cómo recaudar fondos para la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma para lo cual hacía uso de las indulgencias; mientras que el resto de las personas buscaba con más ansias agua pura para calmar su sed.

Teniendo acceso a cierta documentación, comenzaron a indagar y reflexionar sobre las cosas del mundo. Un pensamiento basado en la ciencia buscando la verdad mediante la experiencia y la razón. Algo muy parecido a nuestra realidad. ¿Dónde estaban los portadores de la verdad? ¿Ocultos quizás como un candelero debajo del almud? (medida romana que se utilizaba para medir el grano. Especie de utensilio).

A través de los tiempos, el crecimiento del verdadero cristianismo ha surgido por el acceso de las personas a su verdadera libertad: La Biblia. Cuando se conoce la verdad, se es verdaderamente libre. No cuando cinco mil personas se acercan a buscar pan que sacie su hambre y reciben a cambio miradas acusadoras, palabras discriminatorias, leyes y mandamientos de hombres que pretenden poner cargas sobre los hombros de la multitud cansada cuando ellos, ni con un dedo, pueden moverlas.

Hay cansancio, ¡sí! Estamos cansados del asesino silencioso de la religiosidad que poco a poco consume el alma y confunde la mente de todos aquellos por quienes Cristo murió. Los excluimos del verdadero conocimiento de Dios, los entregamos y hasta cobramos los peces y los panes que nosotros no produjimos y ni siquiera ayudamos a recoger los pedazos que quedan de ellos.

Hablemos sin temor, como Lutero, de la verdadera fe, de la verdadera gracia. Nos enfrentamos igual como en aquella época a la Contrarreforma. Un sistema diseñado para controlar, perseguir, señalar y hacer morir lentamente a aquellos que se acercaban a la verdadera fe.

No es precisamente un fenómeno que viene de afuera, del mundo, o de otras religiones seculares sino de nuestro propio entorno. De la mal llamada institución eclesial que más que un cuerpo bien concertado y unido entre sí, por las coyunturas que se ayudan mutuamente y crece edificándose en amor, se ha convertido en algo parecido a la guerra de los 30 años (1618-1648) que hizo surgir la conocida intolerancia religiosa.

La iglesia cristiana está participando activamente de la guerra de la religión cayendo en competitividad al buscar la mayor satisfacción de sus adeptos, deseo de poder, distracción con muchos eventos, ocupación en asuntos que tienen muy poco que ver con la extensión del reino de Dios. Estrategias de mercadeo para una abundante pesca y una continua envidia contra aquellos que pretenden participar activamente del proceso evangelizador ocasionando lentitud en el proceso.

La realidad en el campo de misión es que tenemos que invertir más tiempo y esfuerzo porque la tarea se ha vuelto más dispendiosa al tener que reevangelizar a las personas, tratando de sacarlos de la burbuja de la religiosidad, ayudándolos a que sanen las heridas que les ocasionaron y enseñándolos a conocer la verdadera autoridad que viene de la Biblia y no de la Iglesia.

Hay mucho por hacer todavía. El 90% del iceberg realmente está escondido bajo el agua y no lo vemos aún del todo. Sin darnos cuenta, estamos chocando lentamente contra esa masa gigante de hielo con el riesgo de hundimiento. Pero gracias a Dios por Mateo 16:18 “Y yo también te digo que tú eres Pedro y sobre esta Roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Biblia).

Deja un comentario