Las 5 P de la presencia misional: Pasión

Continuamos con la serie de las 5 P de la postura misional. ¡Ya vamos por la cuarta! Hoy nos toca la P de pasión.

Cuando pensamos en la pasión, solemos asociarla con una relación romántica. O tal vez alguien dice de su pasatiempo: «Esto es mi pasión». La palabra comunica deseo, entusiasmo y ganas de estar con esa persona o de practicar ese deporte. Cuando no estamos cerca, estamos soñando con ello. La pasión es una emoción intensa, casi incontrolable.

Raramente asociamos la pasión con sufrimiento, pero así se define originalmente la palabra. Es un estado de ser que arde, que nos vuelve valientes y nos lleva a preocuparnos profundamente por lo que, o quien, nos apasiona.

Jesús tuvo tanta pasión por nosotros que sufrió al vernos en pecado. Sufrió al punto de sacrificarse por nosotros.

La participación en la misión de Dios es la leña que mantiene encendido el fuego de la pasión. Participar con otros nos conecta, nos permite servir y ser servidos. Colaboramos con Dios de tal manera que comenzamos a ver a las personas con los ojos de Cristo: ojos llenos de pasión.

Así como la participación humaniza y evita que una persona se convierta en solo un «proyecto», la pasión enciende el amor por el prójimo e inspira a servirlo. La pasión nos motiva a arraigarnos en lo que Dios está haciendo en y por esa persona. Nos impulsa a proclamar el Evangelio como testimonio vivo de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas.

Que busquemos servir a nuestro prójimo. Que busquemos arraigarnos en Dios. Que busquemos proclamar la esperanza de Jesús.

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Kevin es misionero de SEPAL en Granada, España. Su pasión es ver a las personas crecer con Dios, especialmente jóvenes y adolescentes.